Santiago 5:16 nos dice: “confiésense
unos a otros sus pecados”. Este consejo es esencial para todo aquel que
sinceramente se propone dejar atrás los comportamientos deshonestos.
¿Quieres mejorar tu promedio de
decir la verdad? Oblígate a la disciplina de la confesión. Decide hoy mismo que
cada vez que ocultes la verdad o falles en vivir de acuerdo a tus palabras, se
lo confesarás a la persona a la que le has fallado. Y no asumas que es
suficiente con confesar sólo las mentiras más descaradas y los engaños
intencionales. ¿Qué pasa con las ocasiones en que dices que iras a un lugar y
no lo haces? ¿O cuando prometes que serás puntual y llegas tarde? ¿O cuando
quedas de acuerdo en llamar a alguien y no lo haces? ¿Es esa una manera honesta
de vivir? ¿Le permite eso a la gente confiar en tus palabras?
Imagínate como serían nuestras
familias, escuelas, barrios, trabajos, comunidades e iglesias si la gente se
comprometiera a decir solamente la verdad en amor. Esto es posible, pero tiene
que comenzar por ti y por mí. No podemos controlar la elección que otros hacen
de decir la verdad o mentir, pero sí podemos hacer esa elección por nosotros
mismo. Podemos dar los pasos necesarios para convertirnos en amorosos
habladores de la verdad.
Tal vez deberías aprovechar el
momento en que termines de leer esta meditación y abrir tu corazón delante de
Dios. Tal vez necesites hacer el compromiso de hablar menos para prestarle más
atención a tus palabras y estar seguro de que cada una de ellas es necesaria y
verdadera. Quizás necesites comprometerte a aprender el delicado equilibrio
entre la verdad y el amor; quizás necesites establecerte firmemente entre los
extremos de la brutalidad y el sentimentalismo.
Tal vez necesites dar una paso que
todavía no diste, que es el de comprometerte a la disciplina diaria de la
confesión. ¿Porque no hablas con Dios del asunto? Si mientras lo haces escuchas
una voz interior que te desaprueba, te crítica y hace sentir indigno, no es la
voz de Dios. Si escuchas una voz que dulcemente te convence de cuan bueno eres
y solo trae a tu mente las grandes cosas que dijiste e hiciste, esa
probablemente tampoco sea la voz de Dios. Pero si escuchas una voz que te
expresa amor incondicional, que te acepta como eres, con todas tus fortalezas y
debilidades, que es absolutamente honesto tanto sobre tus dones como en aquello
que necesitas cambiar, ese es verdaderamente Dios hablándote. Él es el único
que nos ofrece el inapreciable regalo de verdad y gracia porque es el único que
sin igual combina estas cualidades en si mismo. Entonces podemos escucharlo con
alegría porque Él es honesto y porque nos ama como ningún otro lo hace.
Dios te bendiga!
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