“El Temor de Jehová
es el principio de la sabiduría”.1Proverbios 9:10. Muchos de nuestros jóvenes
no sienten la necesidad de ejercitar vigorosamente hasta lo sumo sus facultades
en todo momento y bajo todas las circunstancias. No tienen ante la vista el
temor de Jehová, y sus pensamientos no son puros ni elevados.
El cielo entero
conoce todo pensamiento, toda acción. Vuestras acciones podrán ser invisibles
para vuestras relaciones, pero están abiertas a la inspección de los ángeles.
Los ángeles tienen la comisión de servir a aquellos que se esfuerzan por vencer
todo hábito malo y mantenerse libres de las artimañas de Satanás.
Fiel integridad
No se da la
importancia que se debiera al poder que los pequeños actos malos, las pequeñas
inconsecuencias, tienen en la formación del carácter. En la Palabra de Dios se
nos revelan los principios más grandiosos y elevados. Nos son dados para
fortalecer todo esfuerzo en favor del bien, para gobernar y equilibrar la
mente, para inducirnos a aspirar al logro de una norma elevada.
En la historia de
José, Daniel y sus compañeros, vemos cómo la áurea cadena de la verdad puede
ligar a la juventud al trono de Dios. No podían ser tentados a apartarse de su
integridad. Valoraron el favor de Dios por encima del favor y la alabanza de
los príncipes, y Dios los amó y los cobijó bajo su escudo.
El Señor los honró
señaladamente delante de los hombres por su fiel integridad, por su
determinación a honrar a Dios por encima de todo poder humano. Fueron honrados
por el Señor Jehová de los ejércitos, cuyo poder se extiende sobre todas las
obras de sus manos, arriba en el cielo y abajo en la tierra. Estos jóvenes no
se avergonzaban de desplegar su verdadero estandarte. Hasta en la corte del
rey, en sus palabras, en sus hábitos, en sus prácticas, confesaron su fe en el
Señor Dios del cielo. Rehusaron inclinarse ante cualquier mandato terrenal que
detrajera el honor de Dios. Tenían fuerza del cielo para confesar su lealtad a
Dios.
Deberíais estar
preparados para seguir el ejemplo de estos nobles jóvenes. No os avergoncéis
jamás de vuestra bandera; tomadla y desplegadla a la mirada de los hombres y
los ángeles. No os dejéis dominar por una falsa modestia, una falsa prudencia que
os sugiera un curso de acción contrario a este consejo. Por la elección de
vuestras palabras y una conducta consecuente, por vuestra corrección, vuestra
ferviente piedad, haced una profesión eficaz de vuestra fe, decididos a que
Cristo ocupe el trono en el templo del alma, y poned vuestros talentos sin
reservas a sus pies, para que sean utilizados en su servicio.
Completa consagración
Conviene a vuestro
bienestar presente y eterno poneros enteramente de parte de lo recto, a fin de
que el mundo sepa cuál es vuestra posición. Muchos no se entregan completamente
a la causa de Dios, y su posición vacilante es una fuente de debilidad en sí
misma y una piedra de tropiezo para otros. Sin principios fijos, sin
consagración, son apartados por las olas de la tentación de lo que saben que es
recto, y no se esfuerzan santamente por vencer los errores y por perfeccionar
un carácter recto mediante la justicia imputada de Cristo.
El mundo tiene
derecho a saber exactamente lo que se puede esperar de cada ser humano
inteligente. Aquel que es una personificación viva de principios firmes,
decididos y rectos, ejerce un poder viviente sobre sus compañeros, y con su
cristianismo influirá sobre otros. Muchos no perciben ni aprecian cuán grande
es la influencia de cada persona para el bien o para el mal. Todo estudiante
debiera comprender que los principios que adopta llegan a ejercer una
influencia viva y modeladora sobre el carácter. Aquel que acepta a Cristo como
Salvador personal, amará a Jesús y a todos aquellos por quienes él murió; pues
Cristo será en él un manantial de agua que brota para vida eterna. Se entregará
sin reservas al dominio de Cristo.
Afirmad vuestra libertad
Estableced como ley
de vuestra vida, de la cual no os harán apartar las tentaciones ni ningún
interés ajeno a la vida cristiana, el honrar a Dios, porque “de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, más tenga vida eterna”.2Juan 3:16. Dios solicita de
vosotros, como agentes morales libres, redimidos, rescatados mediante un precio
infinito, que afirméis vuestra libertad y utilicéis las facultades que os ha
otorgado el cielo, como súbditos libres del reino celestial. No continuéis en
la servidumbre del pecado, sino mostrad vuestra lealtad a Dios como súbditos
leales del Rey de reyes.
Mostrad, mediante
Jesucristo, que sois dignos del sagrado cometido con que el Señor os ha honrado
al otorgaros vida y gracia. Debéis rehusaros a estar sujetos al poder del mal.
Como soldados de Cristo, debemos aceptar, deliberada e inteligentemente, sus condiciones
de salvación en cualquier circunstancia, tener en alta estima los principios
rectos y actuar de acuerdo con ellos. La sabiduría divina debe ser lámpara a
vuestros pies. Sed leales a vosotros mismos y sed leales a vuestro Dios. Será
sacudido todo lo que vacile, pero si estáis arraigados y cimentados en la
verdad, permaneceréis firmes con aquellas cosas que no pueden ser sacudidas. La
ley de Jehová es inmutable, inalterable, pues es expresión del carácter de
Jehová. Resolved que ni con palabras ni influencias arrojaréis la menor
deshonra sobre su autoridad.
Entrega completa
Tener la religión de
Cristo significa que habéis entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que
sois y tenéis, y que habéis consentido en ser guiados por el Espíritu Santo.
Mediante el don del Espíritu Santo se os dará poder moral, y no sólo tendréis
los talentos que anteriormente se os habían confiado para el servicio de Dios,
sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega
de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida.
Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión
es como un cordón de oro que liga a Cristo las almas tanto de los jóvenes como
de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en
salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e intrincados.
Hay jóvenes que sólo
tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina,
con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden
salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al
cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han
resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar
oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de
su alma barricadas contra las tentaciones ni han resuelto cumplir con su deber,
a todo riesgo. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa
toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y
avanza por un camino de destrucción segura.
La elección de vuestro destino
¡Ojalá comprenda cada
uno que él es el árbitro de su propio destino! En vosotros yace vuestra
felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo queréis,
tendréis compañeros que, por su influencia, restarán valor a vuestros
pensamientos, vuestras palabras y vuestras normas morales. Podéis dar rienda
suelta a los apetitos y las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje
grosero, y degradaros hasta el más bajo nivel. Vuestra influencia puede ser tal
que contamine a otros y podéis ser la causa
de la ruina de aquellos a quienes
podríais haber traído a Cristo. Podéis hacer apartar a otros de Cristo, de lo
recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalaros y
decir: “Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me
habría burlado de la religión. El tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo
era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción”. Oh,
¿qué respuesta podremos dar a tal acusación? Cuán importante es que cada uno
considere hacia dónde conduce a las almas. Estamos a la vista del mundo eterno,
y cuán diligentemente debiéramos computar el costo de nuestra influencia. No
deberíamos excluir la eternidad de nuestra consideración, sino acostumbrarnos a
preguntar continuamente: ¿Agradará esta conducta a Dios? ¿Cuál será la
influencia de mi acción sobre la mente de aquellos que han tenido mucho menos
luz y evidencia en cuanto a lo recto?
Preguntas escudriñadoras
¡Ojalá los jóvenes
escudriñen las Escrituras y hagan como les parece que Cristo hubiese hecho en
circunstancias semejantes! Nuestras oportunidades para obtener conocimiento de
origen divino han colocado sobre nosotros grandes responsabilidades y con solicitud
intensa debiéramos preguntar: ¿Estoy andando en la luz? ¿Estoy, de acuerdo con
la gran luz que he recibido, guiando a otros por el buen camino, o estoy
haciendo senderos tan torcidos que el cojo será desviado del camino?...
Deberíamos estar imbuidos de un sentimiento profundo y constante del
valor, la santidad y la autoridad de la verdad. Los rayos brillantes de la luz
celestial están alumbrando tu sendero, querido joven, y te ruego que saques el
mayor provecho de tus oportunidades. Recibe y aprecia cada rayo enviado del
cielo, y tu senda aumentará en brillo hasta el día perfecto.
N° De Veces Visitada
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